La soprano Génesis Moreno encarna magistralmente a Julieta

La XXXVIII Temporada d’Òpera del Teatre Principal de Palma ha querido despedirse a lo grande, con el estreno absoluto de ‘Roméo et Juliette’ en el historial propio de este ciclo. He dicho, ‘a lo grande’, porque la elección de la ópera más famosa de Charles Gounod nos llega de la mano de Éric Ruf, director general de la Comédie Française, lo que justifica plenamente tanta demora. De la misma manera que ver en el papel de Julieta, a la soprano de origen venezolano Génesis Moreno, ya es motivo más que suficiente para ir a fijarse en esta producción de ‘Roméo et Juliette’ en los presupuestos de l’Opéra-Comique de París. Este detalle merece una aclaración, porque el sello, ‘ópera cómica’, podría derivar en crear cierta confusión en el espectador.

El libreto original, con música de Gounod y estrenado en 1867, se ajusta al pie de la letra al texto de William Shakespeare de manera que no estamos a merced de una tragicomedia sino de una tragedia romántica en estado puro. Las adaptaciones contemporáneas son, por regla general, principalmente deudoras del hecho de que en 1888 la Opéra National de París se decidiera por incorporar ‘Roméo et Juliette’ a su repertorio, introduciendo como novedad un número de ballet y algunos cambios en el libreto, entre ellos variar el final del acto tercero, si bien respetándose la estructura original de un prólogo y cinco actos.

Me atrevería a decir que la entrada en escena de Éric Ruf fue providencial, porque el punto de partida era adaptar la producción teatral que él mismo hizo para la Comédie Française a una versión lírica por encargo de l’Opéra-Comique de París, que es la que se ha representado en Palma. En definitiva, Ruf, actor, director y escenógrafo de éxito, adapta su versión a la lírica y como premisa innegociable llevar como bandera una lectura literal del texto de Shakespeare. Me parece conveniente rescatar estas reflexiones de Éric Ruf recogidas en el programa de mano: “Para hacer oír el texto necesitaba mover la mirada, encontrar un intermedio de época, de estética, suficientemente inactual, y contemporáneo, para que el espectador se dejara llevar por la historia”. La exquisita ambientación nos lleva a un período indeterminado aunque fijado a mediados del siglo XX, de manera que el espectador adquiere libertad para identificarse.

El resultado es lo que se ha representado en Palma, los días 22. 24 y 26 de mayo. Simple y llanamente. Incluyendo los guiños en el prólogo aludiendo a París mientras suena un vals que el propio Gounod había introducido para satisfacer los gustos de la burguesía de entonces. Un prólogo, que introduce además el papel protagonista del coro, permitiendo que en su seno despunten las voces de solistas. Una simbiosis perfecfta desde el punto de vista escénicio.Todo un hallazgo, para  el adecuado subrayado de la narrativa, convertido el coro en figuración y al tiempo en partidarios de los Montesco o de los Capuleto. Insisto: todo un hallazgo, inmerso en otro gran hallazgo como sin duda lo es la grandiosa escenografía (la firma el propio Ruf), que va a tener en la escena del balcón del segundo acto su lado más impactante.

Este es el ‘ecosistema’ en el que se mueve el cuadro de voces solistas y también el coro con la buenaventura de contar con una Julieta excepcional, definida por Platea Magazine como “una voz fantástica, respaldada con un evidente dominio de las tablas y un canto naturalísimo y fácil”. Es un valor añadido que lo diga un medio “independiente, que no recibe subvenciones públicas (una virtud en los tiempos que corren); un medio con vocación de poner la palabra al servicio de la música”, según puede leerse en su web oficial. En efecto, Génesis Moreno se eleva como la gran triunfadora en cada función exhibiendo por igual su virtuosismo vocal y sus dotes interpretativas. Muy bien acompañada por el tenor asturiano, Juan Noval-Moro, en el papel de Romeo y de elegantes texturas, aunque sometido, siempre, al embrujo actoral de su partenaire venezolana. Impresionante la naturalidad de la soprano en la escena del balcón, a pesar de estar suspendida a gran altura. Y bien curioso al mismo tiempo que su aria por excelencia, habitual en las galas líricas, pase en la práctica inadvertida. Cierto es, en este sentido, que en la narrativa expuesta en tan brillante escenificación lo que prima es el relato ante todo y en auxilio de esta prioridad, sí veemos aflorar con fuerza aquellos duetos de soprano y tenor.

Todo el reparto fluye con autoridad a lo largo de la tragedia. Con permiso del resto destacaría a cinco intérpretes: el bajo Jérôme Varnier que es muy aplaudido en su papel de hermano Laurent; la mezzo mallorquina Begoña Gómez tan desenvuelta y transgresora en el papel de Stéphano; el barítono valenciano David Menéndez revelándose como un creíble Conde Capuleto, y sin olvidarnos de esas dos piezas angulares para atar la tragedia que son el bajo-barítono georgiano Lasha Sesitashvili (Mercutio) y el tenor mallorquín José Manuel Sánchez (Teobaldo).  Sin olvidarnos de la solidez interpretativa de la masa coral y una Sinfónica de Baleares, que, allá en el foso, toca fuerte a las órdenes de Franck Villard, decidido a hacer valer los subrayados de la orquesta en cada paso de esta obra maestra encaminada a un final fatal.

En definitiva, ha merecido la pena esperar casi cuatro décadas para que la Temporada d’Òpera del Principal accediera a incluir ‘Roméo et Juliette’ en su historial. Todos sus elementos son un extremado cálculo a beneficio de un espectáculo que en efecto se deja arrastrar por la historia.

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