Una ‘Alicia’ donde arte y didáctica abren la mente infantil

La compañía madrileña, CaraBdanza, ha visitado la zona norte de la red de teatros de Mallorca para representar su más reciente coreografía, ‘Alicia…  en el País de las Maravillas’: el 21 de enero en Sa Màniga, el 22 en Alcúdia y por último el 23 de enero en el Teatre Principal d’Inca, lugar al que acudí a ver la puesta de escena y de paso conocer este teatro renovado después de permanecer dos décadas inactivo. Esta adaptación combina ballet clásico y danza contemporánea, a partir de composiciones que Johann Strauss (hijo) escribió para sus operetas. Como simple curiosidad, la muerte le sorprendió cuando estaba trabajando en su único ballet ‘Cenicienta’. El vals y la polka están abundantemente representados en esta selección coreografiada por Gonzalo Díaz, fundador y director artístico de CaraBdanza, creada el 2007.

En realidad CaraBdanza es una compañía-escuela, como en su momento lo fue la tristemente desaparecida compañía de Víctor Ullate, de manera que su elenco se nutre directamente de alumnos que han alcanzado la categoría de bailarines profesionales, dotando así de mayor cohesión y coherencia la línea de trabajo desarrollada los últimos catorce años por Gonzalo Díaz.

En la puesta en escena de ‘Alicia… en el País de las Maravillas’ se cita un cuerpo de baile formado por catorce personas destacando en el papel solista tres ‘ejemplos prácticos’ del ambicioso proyecto diseñado por Díaz: Elena Frongia, Jessica Russo y Eduardo Alvés, este último brillante en el papel del conejo blanco. Esta adaptación se presenta como un ballet neoclásico, y debe subrayarse la acertada idea de distinguir el personaje de Alicia como el único que baila ballet clásico, mientras el resto de personajes lo hacen en un híbrido que combina tanto el ballet como la danza.

Destacar asimismo el inspirado trabajo de Carmen Granell en un vestuario de auténtica fantasía –una vez más Alicia se desmarca vistiendo a la moda  de 1865, el año de edición del libro homónimo de Lewis Caroll-, siendo de especial espectacularidad la transformación de la oruga azul en mariposa. Granell desarrolla un excelente trabajo, en armonía con las proyecciones de video que conforman la escenografía de esta obra de pequeño formato. No faltan en la representación personajes de la talla de la Reina de Corazones o el gato de Cheshire, todos ellos acompañados de imaginativos vestuarios.

El público infantil no es el único destinatario de los trabajos de la compañía pero cuando así ocurre, en efecto asistimos a unos resultados que combinan en perfecto equilibrio la coreografía artística y labores didácticas. Y en este sentido no entiendo el empeño de Díaz en apuntarse a la corrección política cuando explica que esta ‘Alicia’ trata sobre el empoderamiento de la mujer.

De lo que sí trata, es de abordar una fantasía (que ya en su origen sí que era una crítica a la sociedad victoriana) plagada de metáforas y tratando al niño de tú a tú, es decir con un respeto reverencial a su capacidad de ensoñación y prueba de ello ese prolongado silencio tenso que respiraba la platea como en las mejores noches de estreno. El niño convertido en válido observador.

Es gratificante comprobar cómo se afronta el producto infantil, sin olvidar la búsqueda de un lenguaje propio donde la técnica adquiere su relevancia, y qué mejor demostración de ello, el ritmo trepidante y la belleza formal de esta ‘Alicia… en el País de las Maravillas’ que acabamos de ver.

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