El Auditórium de Palma, entre las mejores salas de Europa

Déjenme recordarles esta docena de salas, en ocho países, que están entre las mejores salas de concierto del mundo. Lo son todas las que están, pero no están todas las que son, por ejemplo el Auditórium de Palma. Esas doce salas que deseo recordarles son las siguientes: El Teatro de la Scala, Royal Albert Hall, Staatsoper, Palais Garnier, Philharmonie, l’Opera Bastille, el Rudolfinum, Concertgeboew, Royal Opera House, Musikverein, Teatro Real y Teatro del Liceo. Ya digo: hay más, entre ellas nuestro Auditórium. 

He mencionado solamente salas europeas, y la razón es sencilla: porque el surgimiento y consolidación de lo que solemos llamar música clásica tiene su origen en nuestro continente donde nacieron sus grandes obras maestras.

Haciendo memoria, conviene recordar que cuando a finales de los años 40 nació la Orquesta de Mallorca, que es auténtica carta natal de la Sinfónica de Baleares, ante las quejas por el sonido defectuoso del Teatro Principal de Palma efectuadas por Eak Tai Ahn, aquel primer director titular de la orquesta, en tono jocoso aunque premonitorio, Marcos Ferragut le indicó que no se preocupase porque le iba a construir un auditórium. Se demoró dos décadas (Ahn ya no estaba entre nosotros) hasta que en septiembre de 1969 abrió por primera vez sus puertas el Auditórium de Palma llamado a ser desde el principio y durante décadas el primer teatro de Mallorca.

El hecho es que el 3 de septiembre de 1969 inauguró el Auditórium, nada menos que la Filarmónica de Berlín –su sede es el Philharmonie-, bajo la dirección de Herbert von Karajan en presencia de los Príncipes de España y en la actualidad nuestros Reyes Eméritos. Justo dos décadas después tenía lugar la refundación de la Orquesta Sinfónica de Baleares, que en realidad era una actualización más de la Orquesta de Mallorca. Desde ese momento la sala magna del Auditórium de Palma se convirtió en sede permanente de los conciertos de la Sinfónica de Baleares en sus continuadas temporadas de abono. Hasta que llegó la pandemia y los confinamientos del año 2020.

Allí empezó la deriva que llega a nuestros días, exceptuando el precedente de aquella única temporada, el año 2010, en el Teatro Principal de Palma y que finalmente se resolvió la arbitrariedad regresando al Auditórium.

Durante aquel doble confinamiento ilegal según sentencia judicial, cerraron la mayoría de los grandes teatros de la Unión Europea y allí donde se podía la pugna consistía en saber quién era capaz de permanecer activo a pesar de tantos cierres y de las severas reducciones de aforo. Nuestra Sinfónica optó por pedir auxilio al Trui Teatre, que en realidad no dejaba de ser el salón de actos de un colegio. Allí tuvieron lugar algunos de los conciertos de abono  de la temporada 2019-2020, la mayoría a puerta cerrada retransmitidos por streaming,. Pasado lo peor y conforme iba recuperándose la normalidad, el Trui Teatre, se nos dijo que en señal de agradecimiento, siguió albergando algunos conciertos de la Sinfónica de Baleares. Me pregunto: ¿A qué viene la insistencia en esta temporada 2023-2024, a la que también se ha unido el Teatre Principal de Palma? ¿Acaso no era el momento, de retomar el ritmo de siempre desde 1989? Solo cabe entenderlo, como deseo de quedar bien con todos, y ese no es precisamente el camino. No lo es. Claro que no.

Aun dando por bueno el argumento del alto coste del Auditórium, lo que es normal tratándose de un teatro mayúsculo de propiedad privada, sin recibir  las subvenciones que deberían corresponderle, el asunto que llama y mucho la atención es que en la presente temporada de abono, finalizada el pasado 9 de mayo, han vuelto a coincidir en el reparto, Trui Teatre (4 conciertos), Teatre Principal (6 conciertos) y el Auditórium (8 conciertos). Vale que en el reparto sale ganado el Auditórium. Pero comenzada la temporada el 4 de octubre de 2023, el Auditórium se ha demorado, exactamente, tres meses y tres semanas en hacer acto de presencia, y no me vale argumentar que era una cuestión de fechas, porque durante tres décadas jamás hubo problemas para programar en la sala magna. Todo lo más, asunto de distanciamientos.

Hagamos un breve paréntesis para hablar de la Caja de Música, que en el mejor de los casos no abrirá sus puertas antes del año 2027. He defendido y lo sigo haciendo ahora, que la Caja de Música, que será la futura sede y en propiedad de la Orquesta Sinfónica de Baleares, va a suponer un antes y un después para nuestra orquesta, en especial por las posibilidades que se van a dar para la definitiva proyección internacional de la OSIB. El problema es el rumor creciente de que su coqueto auditorio con un aforo de setecientas butacas, ampliable con instalación de pantalla gigante en los jardines, va a ser el escenario a partir de entonces de las temporadas de abono, y de ser así estaríamos hablando de un menosprecio inaceptable hacia la sala magna del Auditórium de Palma, edificio nacido exclusivamente para servir como sala dde grandes conciertos sinfónicos. Cierro el paréntesis.

En cualquier caso el escenario de la sala magna del Auditórium ha regalado momentos de altura, con solistas de gran talla: el pianista alemán, Gerhard Oppitz, el violinista sueco, Daniel Lozakovich, la violinista británica, Leia Zhu, el flautista francés. Emmanuel Pahud, la pianista francesa, Lise de La Salle, o la adolescente y maravillosa pianista rusa, Alexandra Dvogan. No menos importantes han sido los dos directores invitados: el austrohúngaro, Chistoph Koncz, y el neoyorquino Joshua Weilerstein. Algunos, promesas emergentes, y otros en evidente proceso de consagración.   

Sobre Joshua Weilerstein, el director encargado de cerrar la temporada, no se puede pasar por alto que la fecha del 9 de mayo marcaba su reencuentro con la OSIB, tres años después de aquella mágica velada en el claustro de Sant Domingo. En efecto, el 6 de agosto de 2021 protagonizó uno de los momentos más brillantes del 60 Festival Internacional de Pollença. Sigo.

No negaré que en los capítulos Trui y Principal, han sucedido cosas buenas, pero lo relevante de este inventario es que de los ocho conciertos vividos en el Auditórium de Palma, participó en tres de ellos la Acadèmia Simfònica, que es manera de referirse a un reforzamiento de la orquesta, que solamente puede soportar el escenario del Auditórium. Y de hecho la Sinfonía número 5 de Gustav Mahler, era impensable interpretarla fuera de la sala magna.

Confiemos que se reconduzca la situación, de cara a la próxima temporada de abono, aunque mantengo un cierto grado de escepticismo. Las grandes orquestas europeas, no albergan dudas del lugar que les corresponde para desarrollar lo más exigente de su actividad: los conciertos de abono. Y en nuestro caso, el Auditórium de Palma es la sede natural de la Simfònica.

Deja un comentario